Uno de los fenómenos más extraordinarios de nuestra psique: la disociación
Algunas personas acuden a las consultas de psicología manifestando: “a veces es como si no fuera yo, como si el mundo que me rodease no fuera real”, “de repente me doy cuenta de que han pasado cosas y no sé en qué momento ni como han pasado, aunque yo estaba presente” o incluso hablando de experiencias muy duras sin manifestar ni ser capaces de sentir dolor o sufrimiento.
En ocasiones es algo difícil de reconocer para ellos, porque temen que se les reconozca como personas con un grave desequilibrio, sin embargo, han de saber que esto ocurre a más personas de las que se puede pensar, y hay que tratarlos como lo que son en función de su gravedad: señales de que algo puede no estar yendo bien. Estas experiencias, aunque parezcan diferentes y variopintas tienen como etiología un mismo fenómeno ampliamente estudiado. Se trata de la disociación. Este término explica un complejo proceso cerebral mediante el cual, ante un proceso muy traumático, el cerebro “desconecta” la parte cognitiva con la percepción de determinadas emociones, que finalmente solo son visibles al cabo del tiempo para la persona que lo sufre, por somatizaciones (dolores de cabeza frecuentes, dolores mandibulares, dolores articulares, estomacales, sensaciones extrañas de presión en órganos sexuales…). Ni que decir tiene que en ocasiones la persona ni recuerda el acontecimiento traumático que fue el activador de esta disociación. Esto se conoce con el nombre de amnesia disociativa.
La disociación se puede experimentar en diferentes grados. Frecuentemente se encuentra presente en la vida cotidiana cuando se nos escapa la percepción consciente de estímulos entrantes o conductas salientes, es decir, cuando estamos viendo, haciendo o sintiendo algo pero no nos damos cuenta (estamos desconectados), por ejemplo, cuando mantenemos una conversación mientras conducimos de forma automática, cuando estamos metidos en una película o conversación y no nos damos cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor, o cuando hacemos un camino bien conocido andando o en metro y de repente nos damos cuenta de que ya hemos llegado al destino, pero no sabemos cómo.
Por otra parte, en ocasiones, el individuo si tiene acceso a la conducta o percepción, pero existe una contradicción o inconsistencia, por ejemplo, podemos encontrar a gente que no reconoce estar triste mientras que las lágrimas recorren sus mejillas o a una persona relatar un hecho traumático sin manifestar una reacción emocional coherente con el mismo. En estos ejemplos existe una deficiente integración entre las sensaciones físicas u los aspectos emocionales de la experiencia, y en este sentido existe una desconexión.
Todos podemos presentar síntomas de distanciamiento y desconexión de la realidad en algún momento, sin embargo, debemos estar atentos a estas señales. Si se agudizan, son muy frecuentes, o interfieren ampliamente en nuestra vida cotidiana deberemos acudir a un profesional. ¿Cuándo es lo suficientemente importante como para consultar con un especialista? Los niveles de disociación mas graves tienen que ver con:
- Despersonalización: se trata de una sensación de desapego respecto al propio cuerpo. Uno se vive como un observador externo, como si ese cuerpo que uno ve en el espejo no fuera el suyo.
- Desrealización: este fenómeno consiste en la incertidumbre respecto a si las experiencias que se viven son reales o no. Se vive en el mundo como si estuviera en un sueño. La sensación es de mucha confusión, distorsión y distancia con la realidad. Por ejemplo, puede escuchar las voces de los demás de manera lejana o distante.
- Amnesia disociativa: es la incapacidad para recordar información autobiográfica relevante. Es diferente al olvido diario porque afecta y genera malestar significativo a la persona que padece este tipo de amnesia. Puede ocurrir con momentos o unas pocas horas, pero también puede ocurrir que la persona no recuerde lo que ha pasado en días enteros.
- Confusión y alteración de la identidad: Algunas personas gravemente afectadas por traumas prolongados y recurrentes pueden llegar a un estado disociativo en el que experimentan distorsiones en el tiempo, el espacio y situación. Cuando se experimenta una alteración de la identidad, cuando la persona no está segura de quién es en realidad, su forma de ser toma personalidades múltiples, que se distinguen porque cuando se encuentra activa no recuerda lo que ha vivido la persona en el estado de la personalidad anterior.
Los síntomas disociativos explicados anteriormente aparecen en muchos trastornos psicológicos tales como: el trastorno de estrés postraumático, la ansiedad, la depresión, el trastorno límite de la personalidad, la psicosis, el trastorno de personalidad múltiple, entre otros.
Como decíamos la disociación, en sus niveles más leves está presente en la vida cotidiana de la mayoría de las personas, pero ¿Cuál es el origen de los estados más graves?
Según algunos autores la disociación surge como una defensa que se pone en marcha de manera inconsciente en la medida que la persona sufre una situación estresante o emocionalmente muy intensa. El sistema emocional de la persona se bloquea ante tal intensidad y la experiencia no se procesa a nivel emocional, aunque la parte racional del cerebro sea capaz de reconocer la sucesión de acontecimientos la parte emocional del cerebro no es capaz de elaborar la experiencia emocional asociada a ese evento. Esto es lo que les sucede a muchas personas que han vivido un accidente o una catástrofe natural y observamos que son capaces de narrar todo lo que sucedió, pero no incluyen en su narrativa ni manifiestan en ese momento miedo ni angustia.
Cuando un sistema defensivo, como es la disociación, aparece en la vida de una persona es porque cumple una importante función en ese momento: servir de anestesia para poder continuar con la vida. El problema viene cuando esta disociación se mantiene en el tiempo y el evento traumático ya ha pasado. Es entonces cuando pasa de ser una defensa adaptativa, a limitar la vida de la persona.
Esto es lo que les ocurre a las personas que han vivido un abuso sexual continuado, maltrato psicológico y físico prolongado, un estado de amenaza a la vida constante (guerra)… Para poder sobrevivir se desconectan del dolor emocional, evaden esa dura realidad disociando su cuerpo de su mente, y como los acontecimientos se repiten esta estrategia se instaura como una dinámica que sigue funcionando, aunque el estresor haya desaparecido. Las consecuencias son alteraciones de la consciencia, de la percepción, de la memoria, y como decíamos antes, en los casos más graves incluso de la propia identidad.
Irene Alonso Martínez
Psicóloga General Sanitaria
Coordinadora área de formación de la Clínica Ciprea
He tenido disociación toda mi vida, y no lo sabía… nadie me lo dijo >:(
Lo bueno es que ya tienes una idea más clara de lo que te pasa. No dudes en buscar ayuda si lo necesitas. Te recomiendo un libro muy bueno sobre Anabel González: No soy yo. Que habla justamente de eso y lo hace de una forma muy clara y sencilla.
Un fuerte abrazo.