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“Hola buenas tardes, vengo a su consulta porque mi hijo no habla bien”

Esta, y otras muchas preguntas,  las escuchamos cada día todos los compañeros logopedas en nuestro lugar de trabajo. Es una duda habitual de los padres y familiares de, principalmente, niños en etapa de educación infantil, con edades comprendidas entre los 3 y 6 años.

La solución a la pregunta puede parecer sencilla y rápida, pero no lo es.

Debido a la gran variedad de factores que influyen en la adquisición y desarrollo del lenguaje, nos encontramos ante un amplio abanico de posibilidades de intervención logopédica, intentando ser objetivos y justos para saber el momento ideal de inicio de un tratamiento.

Sin dejarnos llevar por los casos extremos, es decir, ni un/a niño/a de un año va a tener un vocabulario extenso y riqueza gramatical en sus discursos, ni un/a niño/a de 8 años va a estar incomunicado con su entorno escolar y familiar porque no comprende el código lingüístico, cabe destacar que la valoración logopédica de las dificultades en el aprendizaje de la lengua materna es una tarea compleja que sólo debe ser llevada a cabo por logopedas especializados y experimentados. Pero ¿cómo saber cuando debo acudir realmente al especialista?

No existe un marcador concreto que nos pueda decir con precisión el momento exacto e ideal de tomar la decisión de dar el paso de acudir al logopeda, pero existen indicadores que nos facilitan la comprensión de algunos ítems considerados “dentro de la norma” o “lo que cabe esperar” y de los cuales podemos deducir si existe una posible problemática, la cual sería razón suficiente para embarcarse en un proceso que implica esfuerzo logístico, mental y económico.

Aprovecho para recordar que debéis compartir la inquietud o duda que os surja en el colegio donde está matriculado el niño, ya que, nos podemos dejar guiar por los tutores y profesores para quitar o poner importancia a la cuestión que os preocupa y pensar en una posible derivación inmediata o esperar un tiempo prudencial y valorar más adelante.

En caso de una derivación al logopeda, lo que solemos realizar primero es una entrevista inicial para conocer las características del niño y sus antecedentes personales y familiares. Lo más habitual es realizar una serie de pruebas objetivas y baremadas, acompañadas por observación de la ejecución de las mismas y de la espontaneidad del momento. Esto nos servirá para deducir en un razonamiento clínico cuál es la dificultad principal (si la hubiera) y cómo se puede abordar.

No siempre se interviene después de una valoración logopédica. En muchos casos, somos nosotros los que recomendamos que no es necesaria una intervención inmediata ya que no hemos encontrado ninguna indicación objetiva que lo indique. Pueden darse también pautas para realizar en el entorno escolar / familiar y realizar una revaloración pasado un tiempo que consideremos prudencial.

Pero también es cierto, que un alto porcentaje de las familias que vienen a consulta de logopedia lo hacen ya recomendadas por otros profesionales que conocen nuestra labor y en muchos casos debemos intervenir para ayudar en la evolución y aprendizaje de los niños y niñas de educación infantil, ya que, la adquisición correcta del lenguaje oral será la base del futuro aprendizaje de lectura y escritura.

¿En qué situaciones sería conveniente hacer una consulta a un/una logopeda? Pues siempre que los padres, el/la pediatra o profesor/a lo encuentren conveniente, ya que son los primeros observadores directos del niño/a.

Existen muchos indicadores y síntomas a tener en cuenta, entre ellos podemos nombrar:

 

– Que no se comprenda cuando habla el niño/a.

– Que con frecuencia el/la niño/a “se coma sonidos”, o que agregue otros sonidos.

– Que respire con la boca abierta.

– Que tenga dificultades para pronunciar algún sonido.

– Que se encuentre afónico con frecuencia.

– Que manifieste que no escucha bien.

– Que no discrimina ruidos de sonidos.

– Que no hable o hable muy poco.

– Que presente cambios muy drásticos en la voz.

– Que presenta alteraciones físicas, por ejemplo: Parálisis cerebral, espina bífida, etc.

– Que presenta alteraciones sensoriales.

– Que presenta retraso general en el desarrollo y el lenguaje.

– Que se descentra con facilidad ante cualquier situación de la vida diaria.

– Que no logra seguir consignas lingüísticas simples.

– Que presente dificultades a la hora de escribir o leer correctamente.

 

En la próxima entrada al blog hablaremos sobre las posibles dificultades que pueden presentar los niños y niñas que se desarrollan en ambientes bilingües. Esperamos que os haya servido esta lectura. Muchas gracias!

 

Rebeca Diéguez Merayo

Logopeda  y formadora Clínica Ciprea.

Especialista en voz y daño cerebral, infantil y adultos.

 

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