¡Ya estamos en el mes de mayo! el mes de las familias. 

Este año, es un año especial, un año único, un año histórico. Mucho dolor, mucho sufrimiento, ansiedad, conciliación laboral y familiar llevada al extremo, duelos imposibles de resolverse, despedidas que no pudieron ser, comunicaciones que no llegan de los hospitales, carga de trabajo inhumana, elecciones imposibles por parte de sanitarios sobre quien vive y quien muere, falta de trabajo e inseguridad ante lo que viene… y todavía no hemos pasado lo peor (dicen los expertos). 

No hay que ser especialmente cualificado para entender que esta situación única, está provocando un cambio en toda la población y como cada cambio, viene acompañado de un estado de ánimo alterado, que deja su huella en nuestro sistema interno, aumentado los casos de ansiedad, bajo estado de ánimo, problemas de sueño, duelos no resueltos, trauma agudo, estrés postraumático, problemas de relación de pareja, problemas familiares… ¿problemas familiares?

Me voy a detener un poco en este último punto. ¿Es la familia un foco de conflicto? ¿es un factor de protección frente al Tsunami que nos viene encima? la respuesta es que un poco de todo…

Es sin duda un foco de conflicto, porque la familia es un grupo de personas formado por una pareja que convive y tiene un proyecto en común y es cierto que hasta el comienzo de esta crisis sanitaria, a diario, los miembros de la familia interaccionan después de estar todo el día en el trabajo o en la escuela. Pero actualmente, esos límites se juntan, siendo el trabajo, la escuela, todo uno. Eso hace que inevitablemente surjan luchas de poder, problemas en el establecimiento de los límites, comunicación inadecuada por parte de uno o más integrantes. El conflicto desde luego está servido…

Pero, si existe ese conflicto ¿por qué la mayor cantidad de personas que durante este confinamiento están solicitando ayuda por tener un mayor conjunto de síntomas de ansiedad y baja estado de ánimo, son solteras o viven solas? Por que el ser humano no está diseñado para estar solo, somos un animal profundamente social y el eje de lo social, es la familia. 

La familia está compuesta por un conjunto de roles, que comienza con la «mochila» que dos personas traen de sus familias de origen y que, bajo un proyecto común, deciden de la forma más o menos adecuada, empezar a construir las bases, los roles, su ideario, su forma de entender la vida, luchando, amando, perdonando, aceptando o guardando para echar en cara más tarde. Hay que tener en cuenta, que en esa «mochila» existen unos enlaces invisibles que hacen que el cónyuge, inevitablemente, se tenga que relacionar con las familias de origen de mi pareja, lo cual va modificando, inevitablemente, el ideal de pareja y familia que desea. Cuando uno o más integrantes de esta familia empiezan a aparecer (bebés), el proyecto común empieza a rodar, cambiando roles, modificando la forma de comunicar, de comprometernos, de amar y eso conllevará una serie de responsabilidades, de premios y de comenzar a andar juntos, en una experiencia completamente nueva y maravillosa. 

¿Cuál es el papel de la familia en tiempo de Coronavirus? si desde luego solo es un papel que genera conflicto, no se explica porqué hay familias que están saliendo muy reforzadas. El papel es de una importancia extraordinaria. Yo como individuo puedo cargar con problemas, con necesidades vitales difícil de digerir, pero si existe una buena comunicación, puedo sentir el aliento del otro apoyándome, la carga emocional, es llevada y compartida por todos, las alegrías, las risas y las rutinas diarias de juntarnos todos, mejoran la calidad de mis pensamientos. Mi motivación, mi impulso de levantarme todos los días, tiene una razón y un objetivo de bienestar común. Salir al balcón a aplaudir al otro, cobra más fuerza e ilusión si se hace todos juntos. Preparar un plato de comida, tiene sentido, desde la alabanza que puedo recibir o la crítica que puedo tolerar. El bajo estado de ánimo, la ansiedad porque no salen las cosas, descansa también en el otro o los otros, animándome a seguir luchando. Es fácil poder sentirse querido por al menos un integrante de una familia. 

Es cierto que hay familias que están sufriendo más que nunca el confinamiento, enfrentándose a figuras que ejercen un maltrato o con conductas de agresividad más o menos manifiestas, que para nada crean un factor de protección, eso no hay que olvidarlo y seguramente los Servicios Sociales de toda España están asistiendo preocupados al incremento que estos días, las conductas violentas pueden sucederse… sin embargo, una familia sana, una familia con límites claros y comunicación sólida, son pilares fuertes para soportar las crisis. 

Hoy, queremos rendir tributo a todas las familias, especialmente a aquellas más vulnerables. Animarles a que sigan arrimando el hombro, animarles a que se sigan apoyando cuando el otro no pueda más, ayudar a levantarle cuando no haya esperanzas simplemente con un abrazo o un beso. El ser humano está diseñado para aguantar cosas verdaderamente imposibles y romper todas las estadísticas, un abrazo, un beso o un aplauso, no ayuda de forma lógica, pero de forma psicológica es capaz de hacer que soporte más carga. 

Contamos con el mejor de los regalos, la consciencia para valorar la necesidad de ese afecto y el motor para desarrollar mis sueños, pero nada de eso vale si yo no puedo compartir ese viaje con las personas que más quiero, que sin duda tiene su máximo exponente en la familia. 

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