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La inteligencia emocional, fue definida por Goleman (1995), como aquellas habilidades que incluyen la persistencia, capacidad de motivarse uno mismo y autodominio a la hora de desempeñar ciertas habilidades de comunicación y de interacción social. Para este autor, la inteligencia emocional gira en torno a la relación existente entre sentimiento, carácter e instintos morales. Nuestras capacidades emocionales, tienen como meta una postura ética de cara al otro.

Actualmente, la sociedad está cambiando radicalmente de forma de vida. Existe una mayor desestructuración, donde la calidad de vida se encuentra en mayor medida alterada para una mejor consecución de las metas laborales. Donde prima el individualismo de la masa, frente a un altruismo social muy necesario.

Las personas que se encuentran a merced del impulso, que carecen de autodominio, presentan una deficiencia moral, que les hace más vulnerables al daño psíquico. Así, la capacidad de dominar el impulso es la base de la voluntad y el carácter dando lugar a la empatía o capacidad para interpretar y tener en cuenta las emociones de los otros. Esta empatía,es la raíz del altruismo, de la capacidad de centrarnos en el otro y poder ayudarle. Siguiendo en esta línea, si los seres humanos no pudiéramos entender la necesidad del otro, seríamos incapaces de preocuparnos por él y por tanto, nos alejaríamos del todo del problema  que puede tener.

Exactamente esto es lo que la sociedad de hoy en día “potencia” en nuestras acciones, dando a entender que prima nuestro sentido de valía, nuestras metas, frente a los otros. Compara la vida con “una jungla” donde solo cabe ganar al otro para sobrevivir. Si no se consiguen estos objetivos, aparece ese “vacío existencial”, donde no tiene sentido realizar una serie de acciones si no vamos a obtener la meta que nos proponemos.

Goleman plantea que la inteligencia emocional incluye habilidades tales como ser capaz de motivarse y persistir frente a las decepciones; controlar el impulso y demorar la gratificación, regular el humor y evitar que los trastornos disminuyan la capacidad de pensar: mostrar empatía y abrigar esperanzas.

Para Goleman, las emociones son impulsos que llevan a la acción y a planes instantáneas para enfrentarnos a la vida. Así estudia la manera como cada emoción preparara al organismo para una respuesta distinta. Sin embargo, las tendencias biológicas a actuar están moldeadas por la experiencia de vida y la cultura.

La vida mental está constituida por la razón y la emoción, que son dos formas diferentes de conocimiento que interactúan. Mientras la razón incluye la conciencia, reflexión, meditación y análisis, en la emoción tienen cabida los impulsos y sentimientos. A la hora de hacer tangibles estos impulsos y estos actos conscientes, está la conducta motora, que no es otra cosa que lo que nos lleva a realizar la acción.

Una persona con una adecuada “inteligencia emocional” es capaz de gestionar adecuadamente sus emociones, dándole un sentido racional, crítico y siendo capaz de realizar acciones adaptativas a la situación determinante.

 

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