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Estrés vacacional: por qué las vacaciones también pueden generar ansiedad

14 DE AGOSTO DE 2025

Las vacaciones son, en teoría, ese momento del año destinado al descanso, la desconexión y el disfrute. Sin embargo, muchas personas experimentan justo lo contrario: insomnio, irritabilidad, tensión, culpa o incluso ataques de ansiedad. Este fenómeno, aunque poco visibilizado, tiene nombre y se llama estrés vacacional.

Desde Ciprea, como centro especializado en salud mental, abordamos con frecuencia casos en los que las vacaciones no traen la paz esperada, sino una carga emocional difícil de gestionar. ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué factores psicológicos se activan en el periodo vacacional que pueden disparar el malestar?
 

¿Qué es el estrés vacacional?

El estrés vacacional hace referencia al conjunto de síntomas físicos y síntomas emocionales que surgen antes o durante las vacaciones, relacionados con la presión de desconectar, la organización del tiempo libre o las expectativas poco realistas.

Aunque suene paradójico, muchas personas sienten más estrés durante las vacaciones que en su día a día laboral. Esto puede provocar ansiedad, frustración o incluso el deseo de que las vacaciones terminen cuanto antes.
 

Las causas del estrés vacacional

Como sabemos, el ser humano no está diseñado para mantener una activación constante durante mucho tiempo. Nuestro organismo, está diseñado para establecer un mecanismo de regulación de cara a adaptarnos a las diferentes situaciones que nos vamos encontrando. Situaciones vinculadas a la respuesta emocional de miedo (por ejemplo la aparición de un depredador o una situación donde correr peligro), no son algo común en nuestro día a día, pero al evolucionar como especie, nuestros pensamientos vinculados a determinadas situaciones, pueden hacer que vivamos una respuesta de miedo cuando no hay motivo para temer por mi vida (por ejemplo, no acabar a tiempo la tarea asignada de cara a conseguir un ascenso), esa respuesta de miedo, trato de regularla y adaptarme a ella mediante mecanismos de activación, muy parecidos a los que utilizo cuando debo correr porque me persigue un lobo, por ejemplo.

Al no haber un peligro real, el cuerpo, que tiene memoria, permanece en alerta de cara a estar preparado para la siguiente ocasión donde tenga que activarse y es así cuando la mente empieza a funcionar y empieza a tener en cuenta situaciones del pasado, para compararlas con el presente e intentar anticipar situaciones en el futuro que también puedan ser peligrosas (siguiendo con el ejemplo anterior, acabar el informe pero estar pensando en la posible respuesta del jefe cuando lo lea o pensar que puede suceder si al jefe no le gusta, por ejemplo el despido).

¿Qué sucede en vacaciones? Pues algo muy común, en nuestra mente, parece que la vida entra en paréntesis, es como que se acaba una fase y puedo permitirme descansar y abandonarme al disfrute y la relajación (aunque en la mayoría de los casos sea una o dos semanas). Mi mente consciente sí está preparada para esa relajación, ¿pero que le ocurre al cuerpo? Pues que como decíamos anteriormente, el cuerpo tiene memoria y sigue activado y esa activación se traduce en sensaciones como palpitaciones, sudoración, tensión muscular, hiperventilación… que en nuestro día a día pasan desapercibidas (estoy más centrado en el informe y estas sensaciones son consecuencia de la activación que me permiten estar atentos a la tarea), pero que en vacaciones, donde no tengo nada que hacer, me llevan a hacerlas conscientes y con preocupación. ¿Qué me pasa? ¿tengo un infarto? Son las típicas preguntas que me hago cuando veo que el corazón me va a mil y siento sensaciones de ahogo, pues en realidad no me pasa nada distinto a lo que sentía en este día a día, la diferencia es que no les prestaba atención y ahora sí. Así, la mayor parte de los ataques de ansiedad, suceden en vacaciones.

Por otro lado, unido a esto último, también existen múltiples factores que pueden provocar estrés vacacional, y la mayoría están vinculados con la forma en que entendemos y vivimos el descanso. Algunas de las causas más comunes son:

  1. Expectativas poco realistas

Las vacaciones a menudo se idealizan: deben ser perfectas, reparadoras, divertidas, memorables. Esta presión autoimpuesta puede generar decepción y ansiedad si las cosas no salen como imaginábamos.

La necesidad de “aprovechar el tiempo” al máximo puede hacer que planifiquemos en exceso, saturando los días de actividades y dejando poco espacio para el descanso real.

  1. Problemas familiares o de pareja

Durante el año, el trabajo y la rutina pueden funcionar como válvula de escape o distracción. Pero en vacaciones, al pasar más tiempo con la pareja o la familia, se intensifican las tensiones acumuladas.

En muchos casos, emergen discusiones, reproches o distancias que estaban latentes. Esto puede generar un alto nivel de estrés emocional y aumentar la sensación de ansiedad, especialmente cuando no se dispone de herramientas de comunicación asertiva.

  1. Sensación de obligación a disfrutar

Existe una presión social por “ser feliz en vacaciones”. Las redes sociales están llenas de imágenes de viajes, playas, cenas, amigos… y eso puede generar una comparación constante.

Cuando no se experimenta ese mismo disfrute, aparecen la culpa y el malestar: “¿Qué me pasa? Debería estar bien”. Esta autoexigencia por sentirnos felices puede ser el origen de una profunda ansiedad.

  1. Cambios bruscos en la rutina

El cuerpo y la mente están acostumbrados a un ritmo. Cuando ese ritmo se rompe de golpe, como ocurre al empezar las vacaciones, puede aparecer una sensación de descontrol. Dormir a otras horas, cambiar la dieta, modificar el horario de actividad física… todo ello puede afectar el equilibrio emocional.

Aunque el objetivo sea descansar, estos cambios pueden alterar nuestro sistema nervioso y provocar estrés.

  1. Miedo al retorno

Incluso en plena desconexión, muchas personas no logran dejar de pensar en la vuelta: los correos acumulados, las tareas pendientes, las responsabilidades que esperan. Este pensamiento anticipatorio provoca ansiedad durante el descanso, impidiendo disfrutar el presente.

En otros casos, el retorno genera un bajón emocional tan fuerte que se convierte en un motivo de estrés vacacional desde el primer día.

 

¿Cómo reconocer el estrés vacacional?

Algunos de los síntomas más frecuentes del estrés vacacional son:

  • Irritabilidad o cambios bruscos de humor
  • Insomnio o fatiga constante
  • Dolor muscular o tensión física
  • Dificultad para concentrarse
  • Sensación de inquietud o vacío
  • Pensamientos recurrentes o negativos
  • Falta de disfrute en actividades que antes generaban placer

Si estos síntomas aparecen de forma persistente durante las vacaciones, es importante prestarles atención. No es normal sentirse mal en un periodo pensado para cuidarse.

 

¿Qué hacer si las vacaciones te generan ansiedad?

Desde Ciprea, recomendamos aplicar algunas pautas sencillas para prevenir o mitigar el estrés vacacional:

✔ Acepta que no todo tiene que ser perfecto

Permítete improvisar, descansar, cambiar de planes. No necesitas llenar cada día con actividades. El descanso también incluye el aburrimiento y la calma.

✔ Prioriza lo que te hace bien

No todas las vacaciones deben ser espectaculares. A veces, lo más reparador es pasar tiempo en casa, leer, caminar o desconectar del móvil.

✔ Escucha tu cuerpo

Si notas signos de estrés o ansiedad, no los ignores. Descansa, respira, prioriza tu bienestar emocional.

✔ Comunica tus necesidades

Habla con tu pareja, familia o amigos sobre lo que necesitas en vacaciones. Muchas tensiones se reducen con una buena comunicación.

✔ Si lo necesitas, busca apoyo profesional

Si las vacaciones no solo no te alivian, sino que agravan tu malestar, es un buen momento para acudir a un psicólogo. En Ciprea, te ofrecemos acompañamiento terapéutico tanto en verano como el resto del año.

 

Las vacaciones no son mágicas. No tienen por qué curarlo todo ni resolver los problemas acumulados. El estrés vacacional es una experiencia más común de lo que parece y no debería vivirse en silencio ni con culpa.

Aprender a descansar también requiere práctica, autoconocimiento y, a veces, ayuda profesional psicológica. Si sientes que este verano te ha desbordado emocionalmente, en Ciprea estamos aquí para ayudarte a comprender lo que te ocurre y a reconectar contigo mismo. Escríbenos.