niños

La afectividad en los niños, está influida en mayor medida que los adultos, por una afectividad más situacional y por tanto externa, por lo que hablar de depresión, es bastante inusual.

Recientes investigaciones, indican que la presencia de depresión en niños, no llega al 7% en niños menores de siete años, si bien aumento a un 14% (el doble) en los inicios de la adolescencia. ¿Que es entonces lo que predispone a los niños a tener depresión? la respuesta es todas aquellas situaciones vitales especialmente estresantes, como el maltrato, abuso sexual, pérdidas afectivas (separación, divorcio o muerte de algún familiar), o estar en contacto directo con alguien de su familia que pueda tener un trastorno psicológico, pueden propiciar la aparición de este trastorno.

¿como se manifiesta? a diferencia de los adultos, en los niños no son tan obvios los síntomas manifiestos del trastorno depresivo. Sin embargo hay una serie de signos y síntomas muy comunes que pueden activar las alarmas: comportamiento irritable, independientemente de la situación, mayor explosividad en sus respuestas (que en muchos casos son agresivas), aislamiento voluntario en la escuela e incluso en la familia, evitando incluso refuerzos positivos (caricias, gestos cariñosos…) y por último problemas conductuales en el colegio.

En los niños menores de siete años, es habitual que aparezcan además un intento de llamada de atención mediante el llanto sin motivo, dolores frecuentes y miedo a ir al colegio.

En niños de siete años en adelante, es común la presencia de aburrimiento, baja concentración, que tiene como su principal fuente de percepción el mal rendimiento escolar, pueden aparecer sensaciones de apatía y falta de apetito.

Ante estos signos o respuestas de los niños, los padres o los maestros pueden dudar acerca de que es lo que realmente le puede pasar a su hijo o a su alumno. Algunas pistas, las podemos encontrar en su comunicación. Así, cuando se les pregunta, los niños no se quejarán de sentirse tristes, pero en su lugar pueden decir que se sienten feos, estúpidos o inútiles. Pueden sentirse excesivamente culpables o pueden presentar irritabilidad y tendencia al llanto, negativa a jugar, aislamiento, desobediencia y terquedad. Los niños y los adolescentes son más propensos que los adultos a manifestar su depresión con rabietas, abuso de sustancias, deserción escolar o intentos de suicidio. En cuanto a sus conductas manifiestas, puede tener dificultad para dormir, o al revés, no querer otra cosa mas que dormir. Es habitual notar cambios en el apetito o pérdida de peso.

Las personas que sufren de depresión durante la niñez o en la temprana adolescencia tienen un riesgo mayor de episodios futuros de depresión en el trascurso de sus vidas. Los estudios indican que la depresión es tres veces más común en niños cuyos padres biológicos sufren de depresión, aún si han sido adoptados por una familia cuyos miembros no padecen de esa enfermedad.

Depresiones reactivas en la infancia:

Llamamos depresión reactiva, a todo el malestar emocional que cumple criterios para una depresión, que se genera ante situaciones de un cambio inesperado para la persona que lo padece. En niños, donde es necesaria una estabilidad y una rutina para adquirir hábitos, cualquier cambio supone un estrés adicional. Si este estrés compromete en menor o mayor medida su afectividad, puede provocar este tipo de reacciones emocionales: Por ejemplo ante el temor surgido por el nacimiento de un hermano menor, el cambio de colegio, el que uno de sus cuidadores principales pueda abandonar la residencia habitual (abuelas, cuidadores…), cualquier cambio en el domicilio familiar (separaciones, independencia de alguno de sus hermanos…). Siendo la separación o divorcio de los padres, uno de los principales factores que inciden en la aparición de la depresión infantil reactiva.

Esta fase depresiva, se puede manifestar con   incontinencia urinaria o fecal, fobia escolar, y en niños cercanos a la adolescencia, en conductas temerarias o antisociales..

La depresión se puede presentar desde la edad preescolar hasta la adolescencia, y si no se trata a tiempo a través de apoyo especializado, seguirá en el adulto. Existe una posibilidad de un 16,9% de esta enfermedad en la vida, es decir que existe un riesgo muy grande de que se presente en cualquier momento.

 

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