Más allá del mito del síndrome del aborto: acompañar el dolor desde la psicología
05 DE NOVIEMBRE DE 2025
El 30 de septiembre del año 2025, la concejala del Municipio de Madrid, Carla Toscano, popularizo el llamado “síndrome del aborto” en el Congreso de los Diputados, haciendo referencia a un conjunto de síntomas psicológicos que aparecía en algunas mujeres y en sus parejas cuando habían tenido una interrupción del embarazo, ya sea voluntario o no,. Dicha política, acusaba al gobierno de España de no aportar información sobre este síndrome a las personas que estaban pensando en realizar un aborto voluntario y cuyas secuelas, afirmaba, podían ser devastadoras.
En respuesta, el gobierno de España acusó a partidos políticos como Vox o PP, de ampararse en un síndrome que no existía como tal para imponer un cambio en las leyes favorables al aborto.
¿Qué podemos decir los profesionales que somos expertos en trauma al respecto? ¿Existe este síndrome del aborto? ¿es algo que se ha puesto de moda ahora mismo? ¿es un término que se han sacado algunos políticos para sacar rédito?
En primer lugar, hay que empezar diciendo que el diagnóstico Síndrome post aborto, no existe como tal en ningún manual diagnóstico psiquiátrico, ni en el manual DSM-V (APA), ni en la CIE-10 (OMS), por lo que tal etiqueta diagnóstica no tiene ningún tipo de validez.
Ahora bien, desde la psicología clínica, el interés no está en la etiqueta, sino en comprender y acompañar el sufrimiento por un trauma que sí suele aparecer después de una experiencia tan significativa como la pérdida gestacional o el aborto voluntario.
¿Qué es el llamado “síndrome del aborto”?
El término “síndrome postaborto” comenzó a utilizarse en los años ochenta por algunos grupos que querían visibilizar las posibles consecuencias emocionales del aborto. Sin embargo, la comunidad científica no lo ha reconocido como un trastorno específico, ya que las reacciones psicológicas varían mucho entre personas y dependen de múltiples factores: personales, sociales, familiares y culturales.
Más allá de la controversia, lo cierto es que el aborto se contempla como un trauma para la persona que lo padece o que elige hacerlo de forma voluntaria, ya que contempla la muerte de un ser humano con un vínculo único que es ser madre de ese ser humano y por tanto acaba generando un inevitable proceso de duelo que se complica si ha sido interrumpido voluntariamente con sentimientos de culpa, ansiedad, , vergüenza o tristeza profunda. Ni que decir tiene que esto no es un conjunto de síntomas, como es tal la definición de síndrome, sino respuestas emocionales inevitables ante un proceso profundamente doloroso como es esa pérdida.
¿si no existe entonces el síndrome del aborto, que es lo que padecen estas personas?
Esta es una buena pregunta. ¿Existe algo único que clasifique a estas personas por haber sufrido un aborto? La respuesta sigue siendo que no, dado que los síntomas que estas personas pueden sentir se clasificarían como las respuestas características ante un suceso traumático con posibilidad de desarrollar un trastorno de estrés Agudo o, si se mantiene en el tiempo, un trastorno de estrés postraumático.
Si bien no hay un alto índice de personas que puedan presentar estrés postraumático después de b(apenas un 2%), si se crean secuelas para una posible depresión después de la interrupción (más del 26%), que en 1/3 de ellas no se observa una mejoría con el tiempo.
Síntomas emocionales más frecuentes
Cada historia es única, pero algunas reacciones comunes tras un aborto pueden incluir:
– Tristeza o llanto frecuente.
– Culpa o pensamientos del tipo “podría haber hecho algo más o haber hecho algo diferente” si es una pérdida no esperada o “estoy acabando con una vida por egoísmo o cobardía” si es una interrupción voluntaria.
– Ansiedad o ataques de pánico.
– Pesadillas o recuerdos intrusivos del momento.
– Dificultad para concentrarse o dormir.
– Evitación de todo lo relacionado con el embarazo o los bebés.
– Cambios en la relación de pareja (distancia, incomunicación o reproches).
– Somatizaciones: dolores físicos, fatiga o tensión muscular.
En algunos casos, si los síntomas persisten o interfieren significativamente en la vida cotidiana, puede desarrollarse un trastorno de estrés postraumático o una depresión reactiva, lo que hace aún más necesario el acompañamiento psicológico.
Factores que influyen en la vivencia del aborto
No todas las mujeres viven el aborto de la misma manera. Existen variables que pueden aumentar o reducir el impacto emocional:
– Si fue espontáneo o voluntario: con peor pronóstico para el voluntario por la alta probabilidad de posibles pensamientos de culpa, anticipatorios, con incluso posibilidad de pensamientos autolíticos (suicidio).
– El grado de deseo del embarazo: entran también a la hora de modular el impacto emocional, la edad de los padres (posibilidad de no tener más hijos), el número de hijos que la pareja pueda tener o la edad de gestación (en que mes estaba la mujer embarazada).
– El apoyo emocional recibido por parte de la pareja, la familia o el entorno social. Una comunidad social o un sistema familiar acogedor, conciliador ayudan mucho a mitigar el impacto sintomatológico. Por otro lado, un entorno familiar o social que intente suavizar el impacto sin tener en cuenta las emociones de la persona sufriente, puede agravar o culpar aún más por sentirse mal, a la persona que lo ha sufrido (frases como “ya tendrás otro hijo”, “no pienses más en eso”….), pudiendo en este último caso aumentar el riesgo de aislamiento social.
Tratamiento y acompañamiento psicológico
La intervención psicológica postaborto tiene como objetivo principal facilitar la elaboración del duelo y reconstruir el equilibrio emocional. No se trata de olvidar, sino de integrar la experiencia en la historia vital sin que defina el futuro de la persona.
Algunas estrategias terapéuticas eficaces incluyen:
– Terapia de duelo: permite expresar y dar sentido a la pérdida.
– Terapia EMDR: especialmente útil cuando hay recuerdos traumáticos o sensación de bloqueo emocional.
– Terapia cognitivo-conductual: ayuda a trabajar la culpa, los pensamientos automáticos y la autoexigencia.
– Terapia de pareja: cuando el aborto afecta a la comunicación o genera distanciamiento.
En CIPREA, el enfoque terapéutico se centra en ofrecer un espacio seguro, empático y libre de juicios, donde poder abordar el dolor con respeto, favoreciendo la autocompasión y la resiliencia.
Cómo ayudar a una mujer (o pareja) tras un aborto
El entorno cumple un papel fundamental en la recuperación emocional. Algunos consejos prácticos:
– Escuchar sin juzgar ni dar consejos rápidos.
– Evitar frases como “ya pasará” o “no era el momento”.
– Ofrecer disponibilidad y acompañamiento, no soluciones.
– Validar las emociones: tristeza, enfado o confusión son normales.
– Animar a buscar ayuda profesional si el sufrimiento persiste.
El apoyo psicológico temprano puede prevenir la cronificación del malestar y ayudar a la persona a reconstruir su bienestar emocional.
Conclusión
El llamado “síndrome del aborto” no es una enfermedad, pero sí refleja un dolor que merece ser atendido. Reconocer y acompañar ese sufrimiento es fundamental para transformar la culpa en comprensión y el silencio en palabra.
La recuperación emocional es posible. Con el acompañamiento adecuado, la herida puede convertirse en una experiencia de crecimiento y fortaleza interior. En CIPREA, acompañamos este proceso con sensibilidad, profesionalidad y respeto por la historia de cada persona. Escríbenos.