¡Acaba de empezar el veranito! Una estación del año que llena de alegría y energía. Sin embargo, nos guste o no, en un par de meses llegará septiembre…. Conocido por ser el mes de los corazones rotos…. No solo porque todas aquellas relaciones informales y jóvenes ( …o no tan jóvenes), se acaban, sino porque es un tiempo que pone a prueba la relación aparentemente más duradera y estable.
El año pasado las demandas de disolución matrimonial (separaciones y divorcios) presentadas en España fueron un total 111.704 según el Servicio de Estadística del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Muchas de ellas tuvieron lugar en los meses posteriores a verano.
Cuando nos referimos a la pareja, los conflictos de los días ordinarios señalan una dificultad en conseguir acuerdos respecto de cómo manejar situaciones externas, es decir, reflejan que la dificultad de la pareja puede encontrarse entre ellos y el mundo externo. Pero los conflictos que se dan en las vacaciones apuntan a dificultades en el encuentro entre los miembros de la pareja.
Tener conflictos en vacaciones no tiene por qué acabar en ruptura, pero tenemos que saber cuáles son lo retos que como pareja se nos ponen por delante y cómo podemos enfrentarlos.
- Soportar el calor: Este es quizás el más evidente. La incomodidad que nos producen las altas temperaturas transforman nuestro estado de ánimo y estamos normalmente más irritables y frustrados, lo cual tendemos a pagar con quién tenemos más cerca. Debemos ser conscientes de que el otro no tiene la culpa de nuestro estío.
- Comunicarse: éste es el gran reto de las vacaciones, pues cuando nos encontramos inmersos en la rutina podemos hablar del trabajo, de lo hijos, de las cosas de la casa y de otras cosas superficiales, pero nunca de cómo estamos o de lo que nos ocurre como pareja. También podemos atribuir la falta de comunicación y la insatisfacción al cansancio y al ritmo de vida, pero las vacaciones confrontan esta supuesta realidad y los miembros de la pareja quedan cara a cara, con tiempo y sin cosas cotidianas de las que preocuparse. No les queda otro remedio que mirarse a si mismos y darse cuenta de la distancia que les separa sin poder atribuirla al estrés laboral o la falta de tiempo. Muchas parejas terminan teniendo en vacaciones un estilo comunicativo basado en la acusación, una mala escucha y el tono de voz elevado y cuando las vacaciones acaban piensan “nunca más”.
- Negociar: las vacaciones requieren llegar a muchos acuerdos de forma constante ¿playa o montaña?, ¿dónde comemos hoy? ¿Con quién pasamos los días libres? A veces es mejor ceder y tener en cuenta que hay que perder en este tipo de decisiones para poder ganar en paz y tranquilidad. Las parejas deben llegar a un objetivo común, algo que les satisfaga a los dos hacer juntos. Esto les unirá. Por otra parte, en nuestra cultura, hay una regla tácita proveniente de generaciones anteriores: “las parejas deben ir juntas a todas partes y si no lo hacen es que algo va mal”. No es necesario pasar 24 horas todos los días juntos. No disponer de espacio individual, para poder hacer lo que desee cada miembro del matrimonio o pareja, no ayuda a encontrar el equilibrio individual y hará más difícil la convivencia en pareja
- Problemas de sexualidad: la sexualidad es uno de las mayores fuentes de satisfacción en la pareja. Al disponer de más tiempo, se pueden propiciar más encuentros sexuales, sin embargo, si estos no se producen o se detectan problemas, puede aumentar la irritabilidad y la tensión entre la pareja. En estos casos es aconsejable consultar aun profesional, concretamente a un sexólogo.
- Los enamoramientos, desamor e infidelidades: El verano es tiempo de playa, de destape; de la música que machaca con historias de amor, pasión y desengaños; de salidas nocturnas y celebraciones en las que los miembros de la pareja suelen arreglarse más y pueden volver a sentirse deseables por los demás. Un cóctel explosivo para la supervivencia de la pareja.
- El paso del tiempo: quizás haya pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvimos frente a frente con nuestra pareja, sin que las ocupaciones u obligaciones actuaran como barricada tras la que esconderse para evitar el encuentro. «Has cambiado, yo no eres aquel que conocí, aquella que recuerdo». «Tienes otros gustos, otros intereses…» Habremos de descubrir en cuáles de ellos seguimos coincidiendo. Hemos de asumir que tanto los individuos como la pareja cambian con el tiempo. El enamoramiento cambia y las emociones son menos intensas. En las relaciones maduras la gente deja la juventud atrás, pero la vida nos hace más sabios, nos aporta aprendizajes y experiencias. Es bueno utilizarlas y compartirlas para nutrir la pareja.
¡Feliz verano!