La adolescencia es un período complicado. Se produce un cambio a nivel biológico que tiene consecuencias en cambios físicos, psicológicos y relacionales con el grupo de iguales, así como familiares.
Este tipo de cambios constantes en el adolescente, provoca que haya una mayor fluctuación en su estado de ánimo, pasando de momentos exultantes a momentos de bajo estado de ánimo cuya sintomatología puede recordarnos a los trastornos del estado de ánimo por depresión.
Es constante en este devenir emocional, que el adolescente interaccione de forma distinta con su familia, origen de sus desdichas y lamentaciones. Esto puede provocar que el adolescente en un intento de enfrentarse a la frustración que puede padecer en diversos momentos de su evolución, acabe por culpar a todas las personas de su alrededor como fuente de origen de sus diversos problemas, es lo que se conoce en psicología como locus de control externo ( esto es, todo el mundo tiene la culpa menos yo), aunque a nivel interno sea justamente lo contrario, pasándose al extremo que conocemos como locus de control interno (soy responsable de absolutamente todo lo malo que sucede a mi alrededor), donde la personalidad del adolescente pasa a ser una prolongación de su estado de ánimo: cuanto peor me encuentro, peor persona soy o si me siento bien, es porque soy especial.
Unido a estos cambios individuales, se produce alrededor del adolescente, una serie de cambios sociales. El grupo social que conocía, también empieza a cambiar, y como consecuencia, aparecen nuevos problemas, nuevas interacciones y por supuesto nuevas pérdidas, que pueden reaccionar en heridas emocionales, que el adolescente debe comenzar a gestionar para superarlas.
Si bien es cierto que estos cambios emocionales se producen durante toda la adolescencia, pudiéndose caracterizarse como «normales» y que les sucede a todas aquellas chicos y chicas en un período comprendido entre los 12 y los 19 años (aunque cada vez tiende más a alargarse ), existen adolescentes que debido a este tipo de alteraciones unido a determinadas situaciones complicadas en la vida que tienen un componente estresor importante (enfermedad o muerte de un familiar, situaciones de acoso escolar en la escuela, pérdida de una relación…), sufren una serie de síntomas que se manifiesta con dificultad para comunicarse, actitudes cambiantes, indecisión, aislamiento, pesimismo e inestabilidad.
Es frecuente que la depresión vaya acompañada de trastornos escolares, comportamientos de confrontación y oposición con los adultos, peleas con compañeros, desinterés por su aseso personal, retraimiento social, rechazo a las relaciones amorosas, comportamiento antisocial. Es conveniente evaluar si estos comportamientos corresponden al proceso normal de la adolescencia donde también observamos cambios repentinos del humor, indecisión, tendencia a aislarse y dificultades de comunicación o si éstos son el resultado de un sufrimiento emocional poco claro.
Es importante tener en cuenta como acercarse a los adolescentes en momentos donde tengan este estado emocional, ya que debido al especial momento vital en el que se encuentran, son incapaces de hablar de sus emociones o reticentes a hacerlo con sus padres, no tanto con sus iguales. Es habitual en este punto, que se muestren especialmente En las personas jóvenes los problemas de relación, especialmente, son un desencadenante de depresión. Las dificultades ocurren tanto en su relación con los padres, como con las personas de su edad. Frecuentemente los adolescentes con depresión son incapaces de hablar sobre los motivos de su tristeza, o se muestran reticentes a hacerlo. Es difícil para ellos clarificar sus sentimientos, mostrándose hoscos e irritables y con impacientes especialmente con sus padres.
Sin duda uno de los problemas más notorios, es el riesgo de que estos adolescentes puedan suministrarse conductas autolesivas (realizarse cortes o laceraciones en la piel para eliminar ansiedad, arrancarse pelo de la cara, onicofagia*…) pero sobre todo la intencionalidad a la hora de acabar con todo o quitarse la vida.
El suicidio es ahora la segunda causa de muerte de los chicos y chicas con edades entre 15 y 19 años (después de las muertes que causan los accidentes). Los chicos tienen una tasa de suicidio seis veces mayor que las chicas. Los adolescentes que están en alto riego de suicidio frecuentemente tienen una historia de depresión, un intento previo de suicidio, impulsividad, una familia con historia de trastornos psiquiátricos especialmente depresión y comportamiento suicida.
Ante esta sintomatología depresiva, se aconseja acudir a terapia psicológica.
*Comerse las uñas.
PREGUNTAS FRECUENTES DE NUESTROS PACIENTES